¡SE ABRE EL TELÓN!

1. A continuación os adjunto el guión de diferentes obras teatrales.

OBRA 1: LOLA, LA DE FRASQUITO:
 

PRESENTADOR. - ¡Buenos días! Señoras y señores, profesoras y profesores, niños y niñas, miembros y miembras de este colegio los alumnos y alumnas de sexto curso vamos a representar una obra que se titula “Lola la de Frasquito”
LOLA. – ¡Alto ahí que esto yo no lo puedo tolerar! Yo no me llamo Lola, me llamo Dolores de Cuellar y Bustamante que no es lo mismo.
PRESENTADOR. – Vale y yo qué culpa tengo de eso.
LOLA. – Pues si tienes culpa porque eres un hombre y por lo tanto un machista.
PRESENTADOR. – Mire usted señora que yo pasaba por aquí y me dijeron que presentara esta obra de teatro y eso es lo que he hecho por lo tanto no tengo culpa de nada.
LOLA. – No si eso es lo que decís todos yo no tengo culpa de nada, yo pasaba por aquí, pero en realidad sois todos los hombres iguales unos inútiles y unos machistas.
PRESENTADOR. – Señora ¡que yo no soy un machista de esos!
LOLA. – Pues claro que lo es.
PRESENTADOR. – No lo soy o ¿es que no se ha enterado cuando he presentado este teatro que he dicho bien claro lo de miembros y miembras?
LOLA. – Si he oído lo de miembras pero usted ha dicho una cosa peor y mucho más grave.
PRESENTADOR. - ¿Y qué cosa es esa que he dicho? Además habrá sido sin querer.
LOLA. – No lo ha dicho sin querer, lo ha dicho bien claro y fuerte que iba a presentar la obra de teatro titulada Lola la de Frasquito.
PRESENTADOR. - ¿Y qué tiene eso de malo?
LOLA. – Tiene de malo que, mi vida es real, nada de teatro.
PRESENTADOR. –¿Entonces esto no es un escenario? ¿Y no se va a representar aquí una obra de teatro?
LOLA. – No, esto no es un escenario, es mi casa y además de un momento a otro va a entrar por esa puerta mi marido, así es que ¡hala! Ya se puede ir largando.
PRESENTADOR. - ¡Vale, vale, ya me voy!
(Sale el presentador y Lola se queda sola en el escenario, coge la escoba y se pone a barrer)
NARRADORA. – Esta es la historia de una mujer que como todas las mujeres del mundo no se sentía suficientemente valorada y comprendida.
LOLA. – Esto es el colmo mira que decir que esto es teatro. No me lo puedo creer.
VECINA. - ¿Qué es lo que no puedes creer?
LOLA. - ¡Qué susto me has dado! ¿Por dónde has entrado?
VECINA. – Por la puerta que da la causalidad que estaba abierta. ¿Qué te creías que había caído por la chimenea?
LOLA. – Mira no me hagas reír que no estoy para bromas.
VECINA. - ¿Qué te pasa?
LOLA. - Pues me pasa que al día siguiente de casarme con mi marido la gente ya no me llama Dolores sino la Lola de Frasquito.
VECINA. – Pues mira creo que ahí tienes razón en estar enfadada.
LOLA. – Pues claro que tengo razón yo, por mis apellidos procedo de una de las familias más importantes del mundo pero fue casarme y ahí se acabó todo.
VECINA. - ¿Y qué es lo que te pasó?
LOLA. – Pues que mi marido me encerró en esta casa y no hago otra cosa que barrer, planchar, fregar los platos y lavarle los calzoncillos al burro de mi marido.
VECINA. – Pues me parece muy injusto.
LOLA. – Pues claro que es injusto pero se va a acabar digo si se va a acabar, desde hoy mismo pienso rebelarme.
VECINA. - ¿Y contra quién piensas rebelarte?
LOLA. – Contra el borrico de mi marido que es el que tiene la culpa de todo.
VECINA. - ¿Y qué piensas hacer?
LOLA. – Pues he pensado que como mi marido es un machista yo me voy a hacer feminista.
VECINA. – Pero mujer ¿qué te hace tu marido para que te pongas así?
LOLA. – ¿Que qué me hace? Pues lo vas a ver. Dentro de poco aparecerá por esa puerta y sin darme un beso si quiera me dirá ¡Qué cansado vengo! Anda ponme una cervecita.
VECINA. – Mujer será que viene muy cansado y necesita descansar y tomarse una cervecita.
LOLA. – Eso es imposible.
VECINA. - ¿Por qué?
LOLA. – Porque es funcionario y lo único que hace en la oficina es leer el periódico.
LOLA. – Pero mira por ahí viene, vas a ver como es verdad lo que te he dicho.
NARRADORA. – En ese mismo momento entró el marido de Lola que venía del trabajo.
(Aparece el marido en el escenario y dice)
FRASQUITO. - ¡Qué cansado vengo! Anda ponme una cervecita.
LOLA. – ¿Te convences ahora? ¿Ves como es verdad? Y ahora se sentará en el sillón y me dirá: Quítame los zapatos y ponme las zapatillas.
VECINA. - ¿Eso hace?
LOLA. – Lo vas a ver.
FRASQUITO. – Lola, anda quítame los zapatos y ponme las zapatillas.
VECINA. – Desde luego tenías razón tu marido es un machista.
LOLA. – Si pero esto se va acabar ahora mismo.
VECINA. – ¿Le vas a echar una pelea?
LOLA. – No me voy a pelear, solo le voy a cantar las cuarenta en bastos.
VECINA. – Pues eso lo que yo decía que va a ver pelea y yo me voy no vaya a pillar algo.
(Se va la vecina)
LOLA. – (Dirigiéndose al público) A continuación mi marido me dirá: Lola pon la televisión y ráscame la espalda. Y se va a enterar ese digo que si se va a enterar.
FRASQUITO. – Anda Lola pon la televisión y ráscame la espalda que me pica.
LOLA. – No me da la gana.
MARIDO. – Pero bueno ¿qué mosca te ha picado? ¿A qué viene eso?
LOLA. – Viene a que me acaba de picar la mosca feminista y me ha dicho que tú y yo vamos a hablar ahora mismo de hombre a hombre.
FRASQUITO. – Eso no puede ser.
LOLA. - ¿Por qué?
FRASQUITO. – Porque en esta casa no hay más pantalones que los míos.
LOLA. – Con que si. Pues de ahora en adelante yo me voy a poner los pantalones todos los días.
FRASQUITO. – Bueno entonces habla ¿qué es lo que me tienes que decir?
LOLA. – Te tengo que decir que eres un machista.
FRASQUITO. – Pues vale y ¿qué más?
LOLA. – Que de hoy en adelante en esta casa se ha terminado lo de ser machista. Desde ahora vamos a compartir todas las tareas del hogar.
FRASQUITO. – Vale pues muy bien.
LOLA. – Yo hago unas cosas y tú otras. ¿De acuerdo?
FRASQUITO. – Bueno.
LOLA. –¿No protestas? ¿te parece bien?
FRASQUITO. – No me parece muy bien pero bueno.
LOLA. – Así me gusta pensaba yo que eras un machista y veo que a lo mejor la culpa la tenía yo por tenerte tan consentido.
FRASQUITO. – ¿Ya hemos terminado de hablar de hombre a hombre?
LOLA. – Si ya hemos terminado.
FRASQUITO. – Pues entonces venga sírveme la comida bien calentita, luego me pones la televisión y cuando termine de comer mientras tu friegas los platos yo me hecho una siestecita.
LOLA. – Pero bueno tendrás cara. ¿No hemos quedado que íbamos a compartir las tareas de la casa?
FRASQUITO. – Si claro.
LOLA. – Pues entonces vamos a poner la mesa entre los dos, tu pones los cubiertos y las servilletas y yo los platos, luego yo te sirvo la sopa y tu me pones un poquito de vino y al final yo traigo el postre.
FRASQUITO. – Mira Lola déjate de tonterías lo mejor será que tu pongas la comida como todos los días y luego yo si quieres te friego los platos.
LOLA. – Pues no me parece bien pero bueno por algo hay que empezar, vale.
(Hacen como que comen)
LOLA. - ¿No tienes nada que decir?
FRASQUITO. - ¿Y qué quieres que diga?
LOLA. – Quiero que me digas que te gusta mucho la comida que para eso he estado toda la mañana cocinando.
FRASQUITO. – Bueno.
LOLA. - ¿Qué significa bueno?
FRASQUITO. – Pues que no está mala.
LOLA. – Si dices que no está mala será porque te parece buena.
FRASQUITO. – Pues tampoco.
LOLA. – Ya estamos aclárate hijo que no hay quien te entienda.
FRASQUITO. – Pues eso que no está mala pero tampoco buena.
LOLA. – Tu lo que pasa es que nunca me dices nada bueno porque eres un machista.
FRASQUITO. - Ya empezamos otra vez con lo del machismo.
LOLA. – Bueno, ¿has terminado ya de comer?
FRASQUITO. – Si.
LOLA. – Pues entonces recoge la mesa y friega los platos.
FRASQUITO. – Mira lo he pensado mejor y creo que dejaré de ser machista mañana o la semana que viene.
LOLA. - ¿Entonces no piensas fregar los platos?
FRASQUITO. – No
LOLA. – Muy bien pues entonces yo me hago feminista y no pienso hacerte la comida, ni la cama, ni servirte una cervecita, ni rascarte la espalda ni nada de nada.
FRASQUITO. – Pues si tú ya no me vas a poner la cervecita cuando venga del trabajo, ni ponerme las zapatillas ni rascarme la espalda mi vida ya no tiene sentido y yo me muero.
LOLA. – ¿Qué tú te vas a morir? ¡No me lo puedo creer!
FRASQUITO. – Pues ahora mismo me muero, quita los platos que me voy a morir encima de la mesa.
LOLA. – Quítalos tú que yo me he hecho feminista y ya no te obedezco.
FRASQUITO. – Esto es el colmo, ¿quién le habrá metido en la cabeza esas ideas a mi mujer? Bueno pues yo quito los platos y ahora me muero.
(Quita los platos, se acuesta sobre la mesa y se hace el muerto)
FRASQUITO. – Ya estoy muerto, que lo sepas.
LOLA. - ¡Ja, ja, ja! Me río yo de este muerto.
FRASQUITO. – Pues no te rías que es verdad.
LOLA. – Si es verdad que estás muerto ¿por qué hablas? Los muertos no hablan.
FRASQUITO. – Es verdad. Pues ahora mismo me callo para siempre.
LOLA. – Vale pues yo ahora me pongo a cantar y a bailar de la alegría que me da de que te hayas muerto. (Se pone a cantar poropopo poroporopopero)
FRASQUITO. – ¿No te da vergüenza?
LOLA. - ¿De qué?
FRASQUITO. – De que se haya muerto tu marido y tú te pongas a cantar tan tranquila. Deberías ponerte a llorar.
LOLA. – Pues ya ves, no lloro y además me río. Además como no te callas pues no se me mete en la cabeza de que estás muerto.
FRASQUITO. – Es que siempre se me olvida de que me he muerto. Tengo muy mala memoria pero ahora ya me callo.
LOLA. – Lo que tú tienes es mucha cara.
FRASQUITO. – (Hace un gesto SSSSSSSSSSSSSS) No me tires de la lengua que estoy muerto.
LOLA. - ¿Vas a seguir muerto todo el día?
FRASQUITO. – Sí y deja de hablarme ya de una vez es que ya no puede uno ni morirse tranquilo.
LOLA. – Muy bien pues entonces voy a avisar al médico para que firme el certificado de defunción.
FRASQUITO. – (Hace un gesto de que lo deje en paz)
LOLA. – (Hace como que llama por teléfono) ¿Es usted el médico? Pues entonces haga el favor de venir a mi casa que se ha muerto mi marido.
(Sube el médico al escenario)
NARRADORA. – A los cinco minutos llegó el médico diciendo que tenía mucha prisa.
MÉDICO. - ¡Buenos días señora! Dígame donde está el muerto que yo tengo mucha prisa.
LOLA. – Está ahí sobre la mesa. Mírelo.
MÉDICO. – Un muerto sobre la mesa del comedor. ¡Qué raro! Dígame ¿qué le pasó? ¿De qué se ha muerto?
LOLA. – De nada. Solo dijo que se moría y se murió.
MÉDICO. – Le habrá dado un ataque al corazón, pero esto es muy raro, no tiene cara de muerto.
LOLA. – Pues eso digo yo pero lo he llamado para que certifique que está muerto.
MÉDICO. – Antes tengo que comprobarlo. Vamos a ver. (Le levanta un brazo y se le cae, le levanta una pierna y también se le cae) Si parece que está muerto. Voy a hacerle otra prueba. (Se acerca al oído del muerto y le dice)
¡Marrano, pedorro, cabezón!
(El muerto no dice nada)
Si, parece que está muerto de verdad. Voy a firmar el certificado de defunción. Tenga usted. Son cien euros.
LOLA. - ¡Que caro! ¿Tanto cuesta morirse?
MÉDICO. – Si señora que se ha puesto muy cara la vida y también la muerte.
LOLA. – Pues tenga usted. ( Le da el dinero y se despide el médico)
MÉDICO. - ¡Adiós! Señora le doy mi más sentido pésame!
NARRADORA. – Cuando se fue el médico Lola intentó de nuevo convencer a su marido para que dejara de hacerse el muerto.
LOLA. – Mira lo que has hecho, cabezón que eres un cabezón, tu muerte me ha costado ya cien euros. Deja ya de hacer el tonto y ponte a fregar los platos.
FRASQUITO. – De eso nada prefiero seguir muerto.
LOLA. – Mira que aviso a la funeraria.
FRASQUITO. – Pues avísala, me da lo mismo.
LOLA. – Ahora mismo aviso a los de la funeraria voy a llamar por teléfono. (Hace como que llama por teléfono) ¿Es ahí la funeraria? Pues entonces vengan a mi casa que tengo un muerto y lo tienen que llevar al cementerio.
(Viene el de la funeraria)
NARRADORA. – A los pocos minutos llegó el funerario para tomar nota de todos los detalles para el funeral.
FUNERARIO. - ¡Buenos días señora! Soy de la funeraria “El muerto alegre” ¿Dónde está el muerto?
LOLA. – Está aquí sobre la mesa. Mírelo.
(El de la funeraria examina al muerto)
FUNERARIO. – Vaya es la primera vez que veo un muerto en la mesa del comedor. ¿Cómo fue eso?
LOLA. – Pues nada que le entró prisa por morirse y se murió aquí en la mesa que no quiso ni meterse en la cama.
FUNERARIO. - El caso es que tampoco tiene mucha cara de muerto. ¿De qué murió?
LOLA. – De nada. Se encabezonó que quería morirse y se murió tal cual.
FUNERARIO. – Hay que ser cabezón y tonto de capirote pero bueno allá él. Vamos al asunto. ¿Cómo quiere el ataúd?
LOLA. – El más barato que tenga.
FUNERARIO. – Entonces uno de cartón ¿Quiere que le pongamos alguna corona de flores?
LOLA. – Ninguna. Solo quiero que le pongan un letrero encima del ataúd.
FUNERARIO. - ¿Y qué quiere que pongamos en el letrero?
LOLA. – Quiero que pongan. “Murió por machista y por no querer fregar los platos”
FUNERARIO. – Muy bien señora. Otra cosa. ¿Qué coche fúnebre quiere que le mandemos? Una limusina, un mercedes, un seiscientos…
LOLA. – Quiero lo más barato que tengan.
FUNERARIO. – Lo más barato que tenemos es una carretilla pero es chica y se le salen las piernas fuera al muerto.
LOLA. – Es igual él no se entera de nada, mándeme la carretilla.
FUNERARIO. – Bueno señora, dentro de un momento recibirá usted el pedido y vendremos a llevarnos al muerto. Reciba usted mi más sentido pésame. ¡Adiós!
(Sale del escenario el funerario)
NARRADORA. – Cuando se fue el funerario Frasquito se volvió a pelear con su mujer.
FRASQUITO. - ¿No te da vergüenza?
LOLA. - ¿De qué?
FRASQUITO. – De encargar una carretilla para que me lleven al cementerio. Creo que me merezco por lo menos un mercedes.
LOLA. – Me da la misma vergüenza que te da a ti morirte por no fregar los platos.
FRASQUITO. – Toda la vida trabajando para que te lleven al cementerio en una carretilla, a esto no hay derecho.
LOLA. – Pues no te mueras y así no tendrán que llevarte en la carretilla.
FRASQUITO. – ¿Si resucito tendré que fregar los platos?
LOLA. – Pues claro. Eso lo primero y luego me tendrás que ayudar a limpiar la casa, poner la lavadora y planchar la ropa que es lo que más me cuesta.
FRASQUITO. – Calla, calla, no sigas prefiero seguir muerto.
NARRADORA. – En este preciso momento llamaron a la puerta, eran dos hombres amigos de Frasquito que se habían enterado de que se había muerto y venían a darle el pésame a la viuda.
AMIGO I. – Buenos días Lola nos hemos enterado que Frasquito se ha muerto y hemos venido a darte el pésame.
LOLA. – Muchas gracias por venir.
AMIGO II. – ¿Podemos ver a Frasquito?
LOLA. – Si pasad, está aquí encima de la mesa.
AMIGO I. - ¿Y por qué está aquí encima de la mesa?
LOLA. – Porque le entró tanta prisa por morirse que no quiso irse a la cama.
AMIGO II. – ¿Y de qué enfermedad murió?
LOLA. – De ninguna dijo que se moría y se murió.
AMIGO I. - No me extraña nada Frasquito siempre fue un caprichoso y un cabezón.
LOLA. – Si y además un machista.
AMIGO II. – Tienes razón, Lola, no te de pena porque no has perdido gran cosa, lo entierras y te casas con otro y ya está.
LOLA. Pues eso digo yo que a rey muerto rey puesto. En cuanto lo entierre esta tarde me voy a la discoteca.
AMIGO I. – Muy bien dicho, si quieres vamos contigo y celebramos el acontecimiento.
AMIGO II. – Eso y que Frasquito se fastidie y que se muera de envidia si quiere.
LOLA. – Bueno pues entonces hasta luego, nos vemos a las doce en la discoteca.
AMIGOS. – ¡Adiós!
NARRADORA. – Un minuto después vinieron a ver a Lola dos amigas de toda la vida.
AMIGA I. - ¡Hola Lola! Mira que nos hemos enterado de lo que le ha pasado a tu marido y hemos venido a darte la enhorabuena.
LOLA. – Querréis decir el pésame.
AMIGA II. – No, queremos decir la enhorabuena, que nosotras sabíamos como era tu marido y ahora te vas a quedar como el perro al que le quitan las pulgas.
LOLA. – Pues si amigas, es verdad, estoy loca de contenta. Como que lo tengo aquí muerto y no me entran ganas de llorar ni nada.
AMIGA I. – Pues claro y además ahora tendrás tiempo para venirte con nosotras a marujear por ahí.
AMIGA II. – Eso, si quieres esta misma tarde nos vamos de compras las tres al Corte Inglés.
LOLA. – No puedo, me tengo que quedar para llorar un poquito durante el entierro.
AMIGA I. - ¡Qué dices! Este no se merece ni que lo llores un segundo ya se encargarán de enterrarlo los de la funeraria.
AMIGA II. – Eso, tu te vienes con nosotras y lo dejas ahí solo.
LOLA. – Pues tenéis razón me voy con vosotras, esperarme ahí fuera en la calle que me voy a poner los zapatos de tacón y a pintarme los labios.
(Salen las amigas de Lola)
NARRADORA. – A estas alturas el muerto ya se estaba preocupando un poco.
FRASQUITO. – Lola, ven aquí, ¿qué es eso que estoy oyendo de que te vas con tus amigas al Corte Inglés?
LOLA. – Pues la verdad, que ahora me voy al Corte Inglés y después a la discoteca con tus amigos.
FRASQUITO. - ¿Y no vas a venir a mi entierro?
LOLA. – No porque no te lo mereces por machista y por cabezón.
FRASQUITO. – Desde luego si no lo veo no lo creo.
LOLA. – Pues si no te gusta todavía estás a tiempo, resucitas, friegas los platos y en paz.
FRASQUITO. – Pues no quiero fregar los platos.
LOLA. – Pues entonces a callar.
NARRADORA. – En este momento llegaron los padres de Lola.
FRASQUITO. – Lo que me faltaba, ahora vienen mis suegros.
SUEGRA. – Hija mía que nos hemos enterado que se ha muerto el cabezón de tu marido y hemos venido corriendo.
SUEGRO. – Si y hemos traído una botella de champán para celebrarlo, ¿Estarás contenta de que por fin vuelves a estar soltera, no?
LOLA. – Si claro.
SUEGRA. – Y como dice tu padre, no has perdido nada, porque además creo que Frasquito era un machista.
LOLA. – Si, era un machista y se ha muerto porque no ha querido fregar los platos.
SUEGRO. – Pues ahora que está muerto y no se entera voy a tirarle de las orejas que tenía yo ganas desde hace mucho tiempo.
SUEGRA. – Y yo voy a decirle cuatro cosas que también tenía ganas de decirle.
FRASQUITO. - ¡Alto ahí! Ustedes ni me tiran de las orejas ni me van a decir nada.
SUEGRO. – Pero bueno, ¿no estabas muerto?
FRASQUITO. – Estaba pero acabo de resucitar.
SUEGRA. – Pues vaya mala suerte, vámonos a nuestra casa, se acabó la fiesta.
LOLA. - ¡Un momento! No os vayáis todavía. Esto tiene que aclararse.
SUEGRO. – Qué es lo que se va a aclarar ¿si tu marido ya no está muerto?
LOLA. – Quiero hacerle una pregunta.
FRASQUITO. - ¿Qué me quieres preguntar?
LOLA. - ¿Vas a dejar de ser machista y vas a fregar los platos?
FRASQUITO. – Si y además te voy a ayudar en todas las demás tareas.
LOLA. – Muy bien así me gusta y ahora para celebrarlo tu y yo nos vamos al cine.
FRASQUITO. – Y además le diré a todos que te llamen Dolores de Cuellar y Bustamente en vez de Lola la de Frasquito.
LOLA. – Pues hala vámonos todos y colorín colorado el teatro ha terminado.


FIN

OBRA 2: LOS TRES CIRUJANOS

PERSONAJES: Seis en total
1 PRESENTADOR
2 NARRADORES
3 CIRUJANOS: Tres niños o niñas disfrazados de cirujanos con su bata, sus guantes y sus mascarillas.
3 ENFERMERA.- Niña vestida de enfermera con bata y cofia.
ENFERMO 1: D. MARIANO EL DE LA MANO. Niño disfrazado de enfermo que lleva la mano abierta como el que pide limosna.
ENFERMO 2: D. FELIPE CARVALLO EL DEL CALLO. Niño en pijama y maquillado muy pálido.




"LOS TRES CIRUJANOS"

(Se inicia con el escenario acondicionado como se dice en un principio y los cirujanos se colocan en el centro y se presentan)
PRESENTADORA. - Buenos días a todos. Los alumnos de tercero vamos a representar una obra de teatro titulada: "LOS CIRUJANOS CORTAN POR LO SANO". Es una obra de risa que pretende en primer lugar divertiros que os riáis mucho y que paséis un rato muy agradable. Lo único que os pedimos es que estéis atentos y aplaudáis mucho si os gusta.
NARRADOR. - Estamos en el hospital "SANTO TOMÁS EL QUE CORTABA MÁS" de un momento a otro aparecerán por esa puerta los doctores dispuestos a empezar pero en primer lugar las enfermeras y enfermeros el quirófano han de preparar.

ENFERMERA I. - Atención doctores pueden pasar al quirófano.
CIRUJANO I.- (Con un cuchillo en la mano) Somos los cirujanos.
CIRUJANO II.- (Con unas tijeras en la mano) De este gran hospital.
CIRUJANO III.- ( Con una sierra en la mano) A los enfermos curamos.
CIRUJANO I.- De cualquier enfermedad.
CIRUJANO II.- Si hay que operar operamos.
CIRUJANO III. - Si no hay que operar no operamos.
CIRUJANO I. - Si hay que cortar por lo sano, cortamos.
CIRUJANO II. - Si no hay que cortar por lo sano pues cortamos por otro lado.
CIRUJANO III. - Eso el caso es que siempre al enfermo algo le cortamos.
CIRUJANO I. - Si viene con un callo en un dedo de la mano.
CIRUJANO II. - Pues se le corta la mano y fuera el callo.
CIRUJANO III. - Si tiene la mano tonta pues se le corta el brazo y listo.
CIRUJANO I. - ¿Y si el que tiene malo es el brazo?
CIRUJANO II. - Pues le cortamos la cabeza.
CIRUJANO III. - Pero curarlos siempre los curamos.
CIRUJANO III.- Y sin embargo nos llaman.
CIRUJANO I.- Los tres matasanos. Bueno esto se acabó y ahora empieza la función. Yo soy el doctor Felipe y mi especialidad es operar la gripe.
CIRUJANO II.- Yo soy la doctor Ciruela especializado en operar la viruela.
CIRUJANO III.- Y yo soy el doctor Manías y opero las pulmonías.
ENFERMERA II.- Doctores, hay un paciente en la sala de espera, se llama Mariano y dice que le duele el ano, digo la mano.
CIRUJANO I.- Pues hágale pasar y vamos a auscultarlo.
(Entra el primer niño disfrazado de enfermo)
ENFERMERA.- Aquí está Don Mariano el de la mano.
(Coloca al enfermo sentado sobre la mesa de operaciones, otro cirujano se le acerca y le dice:)
CIRUJANO I.- Don Mariano, díganos qué le pasa.
D. MARIANO.- Que se me ha quedado así la mano. (Trae la mano extendida como si estuviera pidiendo limosna)
CIRUJANO I.- Vamos a ver.
(Hace como que le examina la mano y los otros médicos le preguntan)
CIRUJANOS II y III.- Compañero. ¿Tú que opinas?
CIRUJANO I.- Yo, que tiene miopía.
CIRUJANOS II y III.- ¿Por qué tiene miopía?
CIRUJANO I.- Porque tiene la mano muy fría.
CIRUJANOS II Y III. - ¿Y cual es la solución?
CIRUJANO I. - Creo que debemos cortar por la barriga.
CIRUJANOS II y III.- No, no. No nos gusta su opinión.
(Se acerca al enfermo el Cirujano II, hace como que le mira la mano, le cuenta los dedos y los otros le preguntan)
CIRUJANOS I y III.- Compañero ¿Tú que opinas?
CIRUJANO II.- Que tiene úlcera de duodeno.
CIRUJANOS I y III.- ¿Por qué tiene úlcera de duodeno?
CIRUJANO II.- Pues porque la mano tiene cinco dedos.
CIRUJANOS I Y III. - ¿Y cuál es la solución?
CIRUJANO II. - Pues cortarle un riñón.
CIRUJANOS I y III.- No, no. No nos gusta su opinión.
(Se acerca el Cirujano III, le mira la mano de cerca y de lejos y los otros le preguntan)
CIRUJANOS I y II.- Compañero ¿Tú que opinas?
CIRUJANO III.- Yo, que tiene pulmonía.
CIRUJANOS I y II.- ¿Por qué tiene pulmonía?
CIRUJANO III.- Porque soy el doctor Manías.
CIRUJANO I Y II. - ¿Y cuál es la solución?
CIRUJANO III. - Cortarle un pulmón.
CIRUJANOS I y II.- No, no. No nos gusta su opinión
D. MARIANO.- Doctores ¿Qué van a hacer con mi mano?
CIRUJANO I.- Yo creo que la mano está dormida y hay que despertarla. (Le da dos golpes con una regla y no surte efecto)
Pues parece que no se ha despertado. Sigue igual.
CIRUJANO II.- Yo pienso que se ha quedado fría y hay que taparla. (La tapa con alguna tela que tienen por allí, pero tampoco surte efecto)
CIRUJANO III.- Pues yo lo que creo es que esta mano está pidiendo dinero, lo que procede es darle cinco euros. (Pone en la mano un billete de cinco euros y la mano, se cierra sobre el billete “a cámara lenta” y se lleva el billete al bolsillo, también muy despacito). (Los cirujanos en este tiempo pueden decir exclamaciones como)
CIRUJANOS I, II, III.- ¡Milagro! ¡Ooohhh! ¡Se ha curado!
D. MARIANO.- Gracias doctores por curarme. Me voy a mi casa. ¡Adiós!
CIRUJANO III.- Un momento D. Mariano no se vaya que tenemos que cortarle la mano.
D. MARIANO. - Por qué me van a cortar la mano si ya se me ha curado.
CIRUJANO III. - Porque se ha quedado con mi dinero. Saque la mano del bolsillo y devuélvame mi dinero.
D. MARIANO.- No quiero sacarla, no se me vuelva a quedar como antes. Me voy a mi casa. ¡Adios!
(Sale del escenario D. Mariano y los doctores I y II felicitan al doctor III)
CIRUJANO I.- ¡Enhorabuena doctor lo ha curado!
CIRUJANO II.- Sí doctor, es usted un genio.
CIRUJANO III.- Seré un genio, pero yo no curo ninguna mano más, me he quedado sin dinero.
CIRUJANO I.- Enfermera haga pasar al siguiente paciente.
ENFERMERA.- Que pase la segunda paciente doña Paquita la que le duele la tripita.
CIRUJANO II. - Díganos ¿qué le pasa a usted?
PAQUITA. - Que me duele mucho la barriga. ¿Me quitará el dolor de barriga doctor?
CIRUJANO III. - Inmediatamente. Vamos a ver qué hizo usted ayer por la tarde.
PAQUITA. - Estuve sentada en mi sofá escuchando música.
CIRUJANO. - Ya está de ahí le viene todo. Tiene una empachera de música que por eso le duele la barriga. Se ha metido usted una empachera de música que ya, ya.
PAQUITA. - ¿Y qué me van a hacer?
CIRUJANO I. - Yo creo compañeros que deberemos empezar cortándole una oreja. ¿Estáis de acuerdo?
CIRUJANO II Y III. - Si claro, claro. Es lo mejor.
PAQUITA. - Pero si lo que me duele es la barriga ¿por qué me van a cortar las orejas?
CIRUJANO I. - Porque así la música le va saliendo por las orejas y se le disipa el dolor de barriga.
PAQUITA. - Pero doctores si me cortan una oreja me dolerá la barriga y la oreja.
CIRUJANO I. - Entonces tendremos que cortarle las dos orejas para que la empachera de música que tiene se le pase antes.
CIRUJANO II. - Bueno basta ya de explicaciones. ¡Enfermera, tráiganos la sierra y las tijeras que vamos a proceder a cortarle las dos orejas a esta señora.
ENFERMERA III. - Ahora mismo doctor. (La enfermera trae lo que el doctor le ha pedido)
PAQUITA. - Un momento doctores. ¿Y si me cortan las orejas y no se me quita el dolor de barriga?
CIRUJANO I. - Pues tendríamos que seguir cortando.
CIRUJANO II. - Cortaríamos un brazo, luego una pierna.
CIRUJANO II. - Y después la cabeza.
PAQUITA. - ¿Pues saben lo que les digo doctores?
LOS TRES CIRUJANOS. - ¿Qué?
PAQUITA. - Que se me ha quitado la empachera de música y el dolor de barriga.
CIRUJANO I. - ¿Está segura de que ya no le duele nada?
PAQUITA. - Si ya no me duele, me voy a mi casa.
ENFERMERA. - Que pase el siguiente paciente Don Florentino el que tiene indigestión de pepinos.

ENFERMERA II. -Que pase el segundo paciente. Don Felipe Carballo el que tiene un callo.
(Entra el segundo paciente, lo colocan sobre la mesa de operaciones e inician el turno de consultas)
(Examina al paciente el cirujano I)
CIRUJANOS II y III.- Compañero. ¿Tú que opinas?
CIRUJANO I.- Yo, que tiene la viruela.
CIRUJANOS II y III.- ¿Por qué tiene la viruela?
CIRUJANO I.- Por que también la tuvo su abuela.
CIRUJANOS II y III.- No, no. No nos gusta su opinión.
(Ahora se acerca el cirujano II y examina el paciente mirándole la boca)
CIRUJANOS I y III.- Compañero. ¿Tú que opinas?
CIRUJANO II.- Yo, que tiene unas anginas.
CIRUJANOS I y III.- ¿Por qué tiene unas anginas?
CIRUJANO II.- Porque ha comido un kilo sardinas. (Puede hacer como que saca de la boca del paciente un esqueleto de sardina hecho de cartulina y lo enseña al público)
CIRUJANOS I y III.- No, no. No nos gusta su opinión.
(Se acerca al paciente el cirujano III y lo examina oliéndole el culo)
CIRUJANOS I y II.- Compañero. ¿Tú que opinas?
CIRUJANO III.- Yo, que tiene una colitis.
CIRUJANOS I y II.- ¿Por qué tiene una colitis?
CIRUJANO III.- Porque le huele peste el culitis. (Hace gestos aparatosos de que huele muy mal)
CIRUJANOS I y II.- No, no. No nos gusta su opinión.
CIRUJANO I.- Entonces. ¿Qué hacemos?
CIRUJANOS I, II y III.- ¡A operar! ¡A operar! Lo que procede es operar pero antes debemos anestesiar.
CIRUJANO I.- Enfermera, traiga la anestesia.
ENFERMERA.- Aquí la tiene doctor. (Enseña al público un martillo tamaño normal hecho de cartón)
CIRUJANO II.- Póngale al paciente una dosis normal.
ENFERMERA.- Encantada doctor. Yo me encargo de este animal. (Le da un martillazo en la cabeza y el enfermo hace como que se queda dormido)
CIRUJANO II.- Doctor Manías, compruebe usted si el paciente se ha quedado bien dormido.
CIRUJANO III.- Encantado doctor jefe. Ahora me encargo de este mequetrefe. (Se acerca al enfermo y lo insulta)
¡Tonto! ¡Bobo! ¡Cabezón! (El enfermo no se mueve)
Sí, parece que está dormido de verdad. Espera, lo voy a comprobar de otra forma. (Saca un billete de cincuenta euros, se lo pasa por la cara del paciente y dice:)
¿De quien es este billete de cincuenta euros?
PACIENTE.- Mío. (Le quita el billete)
CIRUJANO III.- Enfermera, póngale más anestesia que me ha quitado el billete.
(Ahora la enfermera coge un martillo hecho de cartón pero mucho más grande que el otro.)
ENFERMERA.- (Dirigiéndose al paciente con el martillo escondido por detrás)
¡Mira! ¡Una vaca volando!
PACIENTE.- ¿Dónde, dónde?
ENFERMERA.- Aquí. (Le da un martillazo en la cabeza. El enfermo ya se queda definitivamente dormido) Ahí lo tienen doctores, dormido como un lirón.
CIRUJANO I.- Compañeros, procedamos con la operación.
CIRUJANO II.- Hemos cometido un fallo. Se nos olvidó preguntarle donde tenía el callo.
CIRUJANO III.- Pues entonces la operación que hemos emprendido se llamará “en busca del callo perdido”
CIRUJANO I.- Manos a la obra doctores. Enfermera traiga la sierra, las tijeras, los cuchillos y el bisturí.
ENFERMERA.- Aquí los tienen. (Cogen cada uno una herramienta y hacen como que cortan al paciente por diferentes partes)
CIRUJANO II.- Si el callo queremos encontrar, la barriga le tenemos que cortar.
CIRUJANO III.- ¡Vaya por Dios! Se me ha ido el cuchillo y le he cortado la digestión.
CIRUJANO I.- Pues para buscar el callo yo le quito el estomago.
CIRUJANO II.- Mira que fortuna, he encontrado la asadura.
CIRUJANO III.- La asadura, ¿dices la asadura? Pues échala a la basura.
CIRUJANO I.- ¡Qué asco, qué cochino! Hay caca en el intestino.
CIRUJANO II.- ¿Caca en el intestino? Con razón huele a podrido.
CIRUJANO III.- Doctores, he encontrado los pulmones.
CIRUJANO I.- ¿Eso son los pulmones? Parecen dos melones.
CIRUJANO II.- Cirujanos, atención, le he sacado el corazón.
CIRUJANO III.- Aquí no hay nada más y el callo no está.
CIRUJANO I.- Seguro que se le ha quitado solo. Vamos a coserlo. Enfermera, cosa al señor Carballo que hemos terminado de operarlo.
ENFERMERA.- Ya voy doctor, pero como yo no soy costurera le pongo una cremallera. (Enseña una cremallera al público y hace como que se la pone y la cierra.)
CIRUJANO II.- Enfermera, ahora sea obediente y despierte al paciente.
(La enfermera coge un despertador, preferentemente de los antiguos, hace que toque y se lo pone en la oreja del paciente. El paciente se despierta, se despereza, de pronto se da cuenta de la hora que es y dice:)
PACIENTE.- ¡Dios mío, son las cuatro! Voy a llegar tarde al trabajo.
(Se tira de la mesa de operaciones y hace como que se va)
CIRUJANO III.- Espere un momento. No corra. Díganos cómo se encuentra.
PACIENTE.- Me encuentro bien. Parece que tengo como un vacío.
CIRUJANO I.- Bueno... Eso es normal porque le hemos hecho una limpieza general.
CIRUJANO II.- Una pregunta señor Carballo ¿Dónde tiene usted el callo?
PACIENTE.- Lo tengo en esta mano.
CIRUJANO III.- (Dirigiéndose a los otros doctores) Mira donde iba a estar, en su mano. Pues cuando quiera viene y se lo quitamos.
PACIENTE.- No, ya no vuelvo. Yo me aguanto. Adiós.
(Sale el paciente del escenario y los doctores se quitan las mascarillas. Se ponen los tres en el centro del escenario y dirigiéndose al público dicen)
CIRUJANOS.- Las consultas terminadas y sin más operaciones, cerramos el hospital y nos vamos de vacaciones.
 

OBRA 3: CAPERUCITA BLANCA

 
PRESENTADOR I.- ¡Buenos días a todos! Los alumnos de primer ciclo hemos preparado una obra de teatro titulada “Caperucita Blanca”. Es parecida al cuento de Caperucita Roja pero tiene, como podéis comprobar, algunas diferencias. Para empezar el padre de Caperucita está en el paro y tiene que hacer todas las tareas del hogar, es decir, de amo de casa
PRESENTADOR II.- La Caperucita de esta obra, aunque es algo protestona, sigue siendo una niña obediente y responsable que ayuda a sus padres en lo que puede, pero ya tiene opinión y criterios propios y demuestra que se pueden hacer las cosas de otra manera.
PRESENTADOR III.- El lobo tiene un problema de identidad, también es diferente, no le gusta la carne y sobre todo no quiere matar a nadie. Debe luchar contra la incomprensión de su padre y de toda la sociedad, es decir contra los suyos y contra los demás. Esperamos que os guste y aprendáis algo de ella.
PRESENTADOR IV.- Y por último está la abuela que es la más marchosa de todos y nos enseña que hay que ser optimistas en la vida, y como muchos abuelos es más comprensible con los cambios de sus nietos que los padres.

(Se retiran los cuatro presentadores y comienza la obra con el padre de Caperucita en el centro del escenario planchando la ropa y mirando el reloj.)




ACTO I

NARRADOR.- Había una vez una familia normal compuesta por un padre, bueno si, normal, una madre también normal y una hija nor... bueno llamada Caperucita. Se me olvidaba que también estaba la abuela que vivía en medio del bosque en una casita olvidada y que era como veréis.
PADRE.- ¡Hola! Yo soy el padre de Caperucita Roja, que es una niña que hace lo que se le antoja. De verdad así es la juventud de hoy día. Yo esto no lo veo normal, ¿a dónde irán a parar?
GATO.- Un momento, ¿se puede saber que es lo que estás haciendo?
PADRE.- ¿Es que no lo notas? Estoy planchando la ropa.
GATO.- Un hombre planchando. Aquí algo raro está pasando.
PADRE.- Como os iba diciendo, Caperucita está que no se la puede aguantar. Será por la edad, pero yo no sé que voy a hacer con ella, esperaremos a ver si pasa la pubertad.
(Aparece en el escenario Caperucita, vestida muy moderna, trae los auriculares puestos y baila al son de una música imaginaria que solo ella escucha)
¡Miradla! Se cree que es una estrella. (Dice esto dirigiéndose al público).
¡Caperucita, ayúdame a planchar! (Ahora se dirige a Caperucita)
(Caperucita no responde, sigue bailando y sale del escenario)
GATO.- (Dirigiéndose al público) Me pueden explicar que es lo que pasa en esta bendita casa.
PADRE.- Pues pasa que aunque estoy en el paro me siento agobiado, mi mujer trabaja, yo soy amo de casa. Lavo, cocino, plancho, y de vez en cuando friego la casa y no me queda libre un rato ni para hablar contigo gato.
GATO.- Vivir para ver, el mundo del revés. (Lo dice con resignación).
PADRE.- Además hoy toca llevarle la comida a la abuela. Que vive en medio del bosque y está enferma. Como yo solo no puedo, tengo que mandar a Caperucita sin más remedio.
¡Caperucita, Caperucita! (llama a voces)
(Caperucita aparece por el otro extremo del escenario con los cascos puestos y bailando).
¡Caperucita, Caperucita¡ (La vuelve a llamar con aire de enfado)
CAPERUCITA.- ¿Qué quieres, porqué me llamas? ¿No ves que estoy ocupada?
PADRE.- ¡Tendrás cara! (Mirando al público) ¡Dice que está ocupada! Caperucita, ¿Has terminado de hacer tus cosas?
CAPERUCITA.- Sí papá; he recogido mi cuarto, he hecho mi cama, he limpiado el polvo y ahora escuchaba música un rato.
PADRE.- Pues ahora tienes que llevarle la comida a tu abuela Guillerma que, ya sabes, que está enferma.
CAPERUCITA.- Yo no tengo ganas. Ahora no voy, iré mañana. (Caperucita hace como que se va)
PADRE.- ¡Cómo que no vas, la vamos a liar! ¡Te digo que la vas a tener conmigo! ¡Llévale la comida a la abuela! ¿Has oído?
CAPERUCITA.- ¿Y por qué no vas tú?
PADRE.- Pues porque no tengo tiempo y me voy a volver loco, tengo que fregar los platos, poner la lavadora, planchar la ropa y hacer la comida. ¿Te parece poco?
CAPERUCITA.- Papi, no quiero ir, siempre me mandáis a mí. Manda a mi hermano Manolo.
PADRE.- ¿A tu hermano Manolo?
CAPERUCITA.- O a mi otra hermana Sebastiana.
PADRE.- Pero... ¿qué dices esta mañana? ¡Si tú no tienes ni hermanos ni hermanas!
CAPERUCITA.- Ya lo sé, lo he dicho por ver si colaba. (Dirigiéndose al público)
PADRE.- Pues no ha colado y vas a ir tú porque te lo he mandado. (Esto lo dice exagerando, dando muchas voces)
CAPERUCITA.- Dice el catecismo ¡Abajo el machismo! ¡Arriba el feminismo! (A modo de reivindicación)
PADRE.- Ten cuidado con lo que hablas y pórtate bien. Mira, aquí tienes en la cesta una torta, un pastel y una jarrita de miel.
CAPERUCITA.- ¿Y no puedo llevarle un bocata de chorizo? La abuela está hasta el moño de que le llevéis siempre lo mismo.
PADRE.- Eso es lo que le hemos llevado siempre. ¿Qué tiene de malo? ¿Por qué quieres cambiarlo?
CAPERUCITA.- El que algo sea bueno no quiere decir que no pueda ser mejor. Además siempre estáis con las mismas “chorradas”, que te modernices camarada (Esto último lo dice en plan irónico).
PADRE.- ¡Haz el favor de no decir palabrotas que eres una niña y por eso debes dar la apariencia de que estás bien educada!
(Caperucita hace ademán de protestar pero no la deja)
CAPERUCITA.- Eso debo aparentar. Pero ¿qué palabrotas he dicho?
PADRE.- Me he cansado ya. ¡Obedece sin rechistar!
CAPERUCITA.- (Dirigiéndose al público) Ya estamos otra vez en plan machista. (Dirigiéndose a su padre) Vale papá no te enfades, iré yo como siempre a casa de la abuelita. Y le llevaré lo de siempre y el bocata de chorizo para que se lo coma de postre.
PADRE.- Así me gusta que seas obediente. Y que te pongas el vestidito y tu caperuza roja como siempre.
CAPERUCITA.- Eso si que no. Por ahí no paso. Tengo derecho a vestirme a mi gusto, ya estoy harta de ponerme siempre la roja sólo porque a ti se te antoja.
PADRE.- ¿Pues cual te vas a poner? Tendrás que ponerte la roja que por eso te llamas Caperucita Roja.
CAPERUCITA.- Pues no. Hoy me pongo la blanca porque me gusta llamarme Caperucita Blanca.
PADRE.- (Al público) Ahora resulta que hasta su nombre no le gusta.
GATO.- (Al público) Yo esto lo veo ya normal porque todos los días hacen igual.
CAPERUCITA.- (Al público) Sí, me pongo la blanca porque es blanca.
GATO.- ¡Qué disputas! ¡Qué vergüenza! ¡Si el abuelo levantara la cabeza!
PADRE.- Esto es una república y una tangana. Aquí todo el mundo hace lo que le da la gana.
(Caperucita se pone un gorro blanco, se mira al espejo, pone cara de que no le gusta, tira el gorro blanco y se pone un casco de moto).
CAPERUCITA.- Pues mira, como no me sienta bien el blanco ahora me pongo el casco.
PADRE.- Como quieres volverme loco te pones el casco de la moto. ¿Irás andando?
CAPERUCITA.- Ni hablar voy con mi moto.
PADRE.- ¡Qué dices insensata! ¡Como vas a llevar la moto! ¿No ves que el camino del bosque está lleno de piedras y obstáculos?
CAPERUCITA.- Mejor, así se me quitará la tos y haré motocross.
PADRE.- Contigo no gana uno para sustos. Me vas a matar a disgustos.
CAPERUCITA.- Es imposible que yo te mate, llevas muerto un millón de años, eres un fósil.
PADRE.- ¡No me digas fósil, que no lo soy!
CAPERUCITA.- Perdón papá, no eres fósil, tienes razón, todavía estás en la fase de momia.
PADRE.- (Muy enfadado) Como te coja te voy a matar y tú serás un cadáver.
(Hace ademán de que va a cogerla. Caperucita sale corriendo y el padre detrás, luego se vuelve el padre y habla con el público)
PADRE.- Cada vez es más difícil ser padre, los hijos ya no hacen caso de nadie, esto es una revolución. No sé yo dónde vamos a parar.
GATO.- Esto no hay quien lo pare, ya no tiene arreglo.
PADRE.- (Mira el reloj y dice) Dios mío ya se me hace tarde. Tengo que poner la comida sino no va a estar terminada para cuando llegue mi esposa.
(Sale el padre y entra Caperucita)
CAPERUCITA.- Por fin se ha ido. ¡Qué pesado es el tío! Yo ahora cojo mi motobús y le llevo a la abuela su menú.
(Coge la comida de la abuela, hace como si se subiera a una moto y sale del escenario)




ACTO II

Aparece el escenario cambiado, como se ha dicho anteriormente simulando un bosque.
NARRADOR.- Caperucita, a pesar de que era un poco protestona sin embargo obedecía a sus padres y al momento salió de su casa y se dirigió por el camino del bosque hasta la casa de su abuelita. Pero como sabéis el lobo malo ya la estaba esperando en el bosque.

(Por un extremo del escenario aparece el lobo con gabardina con el cuello subido y gafas oscuras. Se oculta detrás del niño que hace de árbol y habla con el móvil mirando a todos lados para cerciorarse de que no lo ven)

LOBO.- Sí papá, te oigo bien. (Pausa de cinco segundos) Si te he entendido. (Pausa de otros cinco segundos) Tú no te preocupes. (Pausa de cinco segundos) Yo me escondo detrás de un árbol. (Otra pausa) Sí, eso es, luego me lanzo sobre ella.
(Se esconde detrás de un árbol)
ÁRBOL.- (Hablando con la roca) Muchas explicaciones parece que necesita éste. ¿No será algo mariposón?.
ROCA.- Ya nada es lo que era.
LOBO.- (Sigue hablando por teléfono) De acuerdo papá. Cuando llegue Caperucita, me la comeré de un bocado, espera que no te oigo con este ruido. Cuelgo y ahora te llamo.
(Aparece Caperucita con una bici haciendo ruido como si fuera una moto, se da una vuelta por el escenario y sale otra vez)
ÁRBOL.- Ahí tienes a Caperucita. ¿No ibas a comerla? Pues como no te des prisa te vas a quedar con la boca abierta.
LOBO.- (Vuelve a hacer como que llama por teléfono) Soy yo otra vez (Pausa) Sí era una moto, que asco de mundo ya no respetan nada. (Pausa) De acuerdo, cuando me la coma te vuelvo a llamar. ¡Adiós!
(Se escucha nuevamente el ruido de la moto y aparece otra vez Caperucita, el lobo se esconde detrás de una roca)
ROCA.- No te escondas gallina y da la cara como un lobo de verdad.
(Caperucita apoya su moto en el árbol y se sienta en el centro del escenario, delante del lobo)
LOBO.- (Asoma la cabeza) No puede ser, sí, creo que es Caperucita, ahora viene en moto y además trae un casco negro. Este no es el cuento que me contaron. ( Se queda callado detrás de la roca).
ÁRBOL.- Ni tú eres el lobo que yo creía. No te digo.
CAPERUCITA.- Como hace un día espléndido me siento un rato y disfruto del campo.
LOBO.- Este es el momento que yo estaba esperando.
( Como está de espaldas al lobo, éste sale de su escondrijo y hace ademanes como si fuera a comérsela por dos o tres veces pero no se atreve).
CAPERUCITA.- (Mirando al público y disimulando) Ya está aquí el pesado del lobo. A él le gustaría comerme pero conmigo no puede.
(El lobo desiste al final, se decide a hablarle y se sienta a su lado)
CAPERUCITA.- ¿Qué haces lobito?
LOBO.- (Con voz muy triste) ¡Hola, Caperucita! ¡Qué vergüenza me da!
CAPERUCITA.- ¿De qué te da vergüenza?
LOBO.- De ser un lobo tan inútil. No soy capaz de comerte. En realidad no soy capaz de comer ni a un pequeño cabritillo, me da pena matar a los animales.
CAPERUCITA.- ¿Sabes lo que te digo?
LOBO.- ¿Qué?
CAPERUCITA.- Que no tienes por qué avergonzarte de ser como eres. Tienes que asumir que eres diferente y ya está.
LOBO.- Ya lo intento pero no es tan fácil. Está mi padre que siempre me presiona para que sea como él, luego está toda la manada. Se ríen de mí. Me insultan y desprecian.
CAPERUCITA.- Te comprendo macho, pero sigue en tu lucha, defiende tus ideas y no te desanimes que algún día todos te admitirán como eres.
LOBO.- ¡Gracias Caperucita!
CAPERUCITA.- Y digo yo, si no te gusta matar a los animalillos. ¿Qué comes? ¿De qué te alimentas?
LOBO.- Te voy a confesar un secreto. Ahora que no nos ve nadie.
CAPERUCITA.- ¿Qué secreto es?
(Se acercan uno al lado del otro y el árbol y la roca también se disponen a escuchar)
LOBO.- Soy vegetariano.
ROCA.- Lo que me faltaba por oír. Llevo un millón de años aquí plantada y jamás había escuchado tan grandísima bobada.
ÁRBOL.- No, si ya decía yo que me parecía algo mariposón.
CAPERUCITA.- ¿Así es que eres vegetariano? ¿Ese es tu problema?
LOBO.- Sí, me alimento de frutas y verduras nada más. Y ahora que recuerdo tú y yo tenemos un problema.
CAPERUCITA.- Perdona Lobo pero el problema lo tendrás tú, que yo sepa yo no tengo ninguno. Me voy.
(Se pone en pie Caperucita dispuesta a marcharse)
LOBO.- Por favor Caperucita, deja que te cuente. Mi padre me mandó aquí para que te comiera, y me dijo que si no te comía yo vendría él y te comería a ti y a mi me mataría.
CAPERUCITA.- ¿Es verdad lo que dices?
LOBO.- Te lo prometo por el niño Jesús.
CAPERUCITA.- Pues vaya un problema que me has buscado macho, como no me comas tu padre te mata a ti y me come a mí.
LOBO.- Sí ya lo sé. Yo disimulo para que no se entere pero algún día me va a pillar comiendo bellotas de las encinas.
CAPERUCITA.- La verdad es que es difícil llevarse bien con nuestros padres, a mí también me pasa lo mismo con los míos.
LOBO.- Y lo peor de todo es que si no te como va a venir él personalmente a comprobarlo.
CAPERUCITA.- ¡Ah, no! Yo prefiero que me comas tú. Tu padre no debe venir de ninguna manera.
LOBO.- ¿Y cómo lo hacemos?
CAPERUCITA.- Pues haces como si me comieras y ya está.
(El lobo hace como que la come)
LOBO.- ¡Au, au!
CAPERUCITA.- Bueno, ya está. Tampoco tienes que pasarte, no me seas sobón. Llama a tu padre y dile que ya me has comido.
LOBO.- Sí, lo llamaré. Aunque no sé yo si me creerá.
CAPERUCITA.- Venga, marca el número que yo te ayudo y finjo que me estás comiendo.
LOBO.- Vale, voy a marcar. (Hace como que marca) Vamos a ver si me acuerdo del número.. Siete, siete, seis, seis, tres , ocho , nueve... ( se pone el teléfono en la oreja, se escucha una voz ronca y enfadada que dice)
VOZ.- Dígame, ¿Quién es?
LOBO.- Soy yo papá. Estoy...
VOZ.- Hombre ¿eres tú? ¿Ya te has comido a Caperucita?
LOBO.- Bueno yo estaba ...
CAPERUCITA.- ¡Ay! ¡Qué dolor! ¡Me está comiendo el lobo malo! ¡Socorro!
VOZ.- Así me gusta hijo mío. Que seas un lobo malo como tu padre. Sigue, sigue, no te entretengas y cómetela enterita.
CAPERUCITA.- ¡Ay ya me comió entera, ya me ha matao el muy animal! ¡Ay, me muero! (Esto lo dice con voz de moribunda)
LOBO.- ¿Has escuchado?
VOZ.- Sí lo he escuchado todo. Así se hace hijo mío. Muy bien hecho, estoy orgulloso de ti.
LOBO.- ¡Adiós papá, ya me la he comido! ¿Puedo llegar un poco tarde hoy a casa? Es que quiero celebrarlo con mis amigos.
VOZ.- Lo comprendo hijo. Puedes venir tan tarde como quieras, permiso concedido.
CAPERUCITA.- ¿Has visto qué fácil ha sido?
LOBO.- Sí ha sido fácil gracias a ti.
CAPERUCITA.- Bueno pues ahora yo me voy, que con tanto teatro voy a llegar tarde a casa de mi abuela y la comida se convertirá en cena.
LOBO.- Caperucita ¿Puedo ir contigo? No sé adónde ir. ¡Como no tengo ningún amigo!
CAPERUCITA.- Vale, vale. Haz lo que quieras.


(Salen los dos del escenario uno por cada lado. Termina el segundo acto. Cae el telón y se cambia el decorado otra vez. Ahora aparece el interior de una casa con la abuela sentada en un sofá).




ACTO III

NARRADOR.- Como el lobo era más rápido, pues eso, debería haber llegado el primero. Pero en este caso, como este lobo no era un lobo como Dios manda, pues resulta que se cayó y se torció un tobillo y llegó tarde a la casa de la abuelita. Es decir que la primera que llegó fue Caperucita.
CAPERUCITA.- (Llamando a la puerta) Tan, tan, pan.
ABUELA.- Entra que la puerta no está cerrada con llave.
CAPERUCITA.- ¡Hola abuelita! ¿Cómo estás?
ABUELA.- Estoy un poco pachucha, como siempre, pero es cosa de la edad.
CAPERUCITA.- Pues yo venía a verte y a traerte como siempre una torta, un pastel y una jarrita de miel, pero hoy te he traído un bocata de chorizo.
ABUELA.- Pues me parece muy bien, ya estaba yo harta de que me trajeras siempre lo mismo. Me lo voy a comer en un santiamén.
CAPERUCITA.- Es lo que yo le decía a mi padre, pero él nada, siempre con sus manías.
ABUELA.- Caperucita, ¿Has visto al lobo? ¿Cómo es que no ha llegado antes que tú?
CAPERUCITA.- Sí lo he visto en el bosque, pero como yo he traído la moto, por eso he llegado antes que él.
LOBO.- (Llamando a la puerta) Pan, pan, pan.
CAPERUCITA.- Seguro que es él. Tú disimula como si no supieras nada.
ABUELA.- ¿Quién es?
LOBO.- Soy yo, el lobo.
ABUELA.- ¡El lobo! ¡Qué miedo! Yo no te abro la puerta.
LOBO.- No tengas miedo, soy un lobo bueno, no quiero hacerte daño.
ABUELA.- No sé, no sé. Me cuesta trabajo creerte.
LOBO.- Pregúntale a Caperucita, tampoco quería creerme pero es verdad y ya somos amigos.
ABUELA.- ¿Prometes portarte bien?
LOBO.- Sí, lo prometo.
ABUELA.- Entonces pasa, abre tú la puerta que no está cerrada con llave.
(Entra el lobo cojeando)
ABUELA.- ¿Qué te ha pasado?
LOBO.- Me caí y me he torcido el tobillo.
CAPERUCITA.- Bueno no te preocupes y siéntate ahí que ahora te curamos.
LOBO.- Mira, te traigo un regalo para que veas que quiero ser tu amigo.
ABUELA.- Hombre, una botella de vino, gracias por el detalle.
CAPERUCITA.- Pero bueno ¿No pensarás beber vino?
ABUELA.- Mira Caperucita, ya está bien de tonterías, vamos a celebrar que somos amigas de un lobo.
CAPERUCITA.- Pues mira, tienes razón. Además con el bocadillo de chorizo pega un trago de vino.
ABUELA.- Venga sentaros vosotros también y comamos y bebamos con alegría.
CAPERUCITA.- Brindemos todos por la amistad y los nuevos tiempos.
ABUELA.- Brindemos por nuestra salud.
LOBO.- Sí, brindemos por el cambio y por la amistad entre todos.
(Cuando están todos con las copas en alto aparece el cazador que entra dando voces)
CAZADOR.- ¿Qué pasa aquí que hay tanto jaleo? Hombre, pero si está el lobo. ¿Has venido a hacer una de las tuyas? ¡Manos arriba!
LOBO.- No señor cazador, yo soy un lobo bueno y soy amigo de Caperucita y de su abuelita y estábamos todos juntos porque queríamos celebrar que...
CAZADOR.- Sí claro, tú querías celebrar que las tenías atrapadas y después te comerías a las dos. Te conozco bien. ¡Arriba las manos he dicho!
LOBO.- No señor cazador, yo no me las como porque soy vegetariano. Sólo como lechugas, tomates y patatas fritas.
CAZADOR.- ¿Un lobo vegetariano? No te creo. Venga, déjate de cuentos y arriba las manos. Te voy a meter un perdigonazo que te vas a enterar.
CAPERUCITA.- ¿Por qué no puedes creerlo? Está diciendo la verdad.
CAZADOR.- Eso es imposible. Los lobos siempre han sido malos y éste en particular es malísimo. Venga arriba las manos que no respondo.
CAPERUCITA.- ¡Deja en paz al lobo, hombre, que es inofensivo!
CAZADOR.- Eso es lo que tú te crees, pero si lo dejo os come en un momento, además yo he venido aquí a salvaros del lobo malo y eso es lo que voy a hacer.
CAPERUCITA.- ¿Pero de qué lobo malo hablas? ¿No te estamos diciendo nosotras que no es peligroso?
CAZADOR.- Eso decís porque os tiene engañadas, os ha comido el coco con eso de que es vegetariano, pero no os preocupéis que yo he venido para salvaros y os salvo, vaya que si os salvo.
CAPERUCITA.- Nada, el tío sigue erre que erre. Otro igual de cabezón que mi padre.
ABUELA.- No te molestes en razonar nada con él. Esta generación no tiene remedio. Voy a ver si lo convenzo yo de otra forma.
(Se coloca detrás del cazador con un garrote en la mano y le dice)
ABUELA.- ¿Quieres ver un pajarito?
CAZADOR.- Sí, quiero verlo. ¿Dónde está?
ABUELA.- Aquí mismo. (Le sacude un garrotazo) ¿Lo has visto?
CAZADOR.- No. Lo que he visto son las estrellas. (Se cae desmayado).
ABUELA.- Y ahora lobo, tú debes irte antes de que despierte.
CAPERUCITA.- Sí, y antes de que lleguen mis padres que dijeron que se pasarían por aquí.
LOBO.- ¿Y qué le vais a decir?
ABUELA.- Le diremos lo de siempre, que te ha matado el cazador y que nos ha salvado, y se quedará tranquilo.
LOBO.- Entonces hasta la vista Caperucita.
CAPERUCITA.- ¡Adiós lobito! Sigue siendo vegetariano.
(Se va el lobo y se despierta el cazador)
CAZADOR.- ¿Qué ha pasado? ¿Qué ha pasado?
ABUELA.- ¡Qué va haber pasado! ¡Pues que has matado al lobo y nos has salvado!
CAZADOR.- ¿Y por qué me duele tanto la cabeza?
ABUELA.- Pues porque el lobo te dio un fuerte golpe en el momento que tú le disparabas. ¿Es que no te acuerdas?
CAPERUCITA.- Claro, y nosotras te damos las gracias por ser tan valiente y habernos salvado la vida.
CAPERUCITA.- Mira, aquí llegan mis padres.
PADRE.- ¿Qué tal estáis? ¿Está todo en orden?
ABUELA.- Sí claro, todo en orden. El lobo malo estuvo aquí y nos quiso comer pero como siempre llegó el valiente cazador y nos salvó la vida.
MADRE.- ¿Y cómo fue usted
capaz de matar al lobo malo?
CAZADOR.- Bueno,... cuando llegué yo a la casa el lobo se disponía a comerse a las dos.
MADRE.- ¡Qué horror! ¡Pobre hija mía! ¡Qué miedo habrás pasado!
CAZADOR.- Sí pero entonces actué con rapidez y me lancé sobre el lobo y lo reduje. El lobo intentó defenderse y me dio un fuerte golpe en la cabeza
.
MADRE.- ¡Ah! ¡Oh! ¡Qué valiente es usted!
CAZADOR.- (Haciéndose el chulo) No tiene importancia.
NARRADOR. – Y allí se quedaron, todos felices y tan contentos, si el teatro os ha gustado aplaudid con agrado porque aquí se acaba el cuento


(Suena la música y se ponen todos a bailar)

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